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Castillos en el aire

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Vale. El 14 ha pasado y V se ha ido. Y yo no puedo sentir nada. Me está pasando algo muy raro. No estoy. No soy.

Se ha ido y estoy pensando que en cualquier momento estaré con él tomando un café gigante en ese sitio que tanto me gusta. Y no es así. Se ha ido y punto. (A ver si por repetirlo me lo termino creyendo de una vez).

Se ha ido. Y no volverá. Por lo menos hasta dentro de un mes, o un año, o una vida entera. Probablemente esto último. “Vacaciones largas” decía, ja, no sé cual es ese concepto de vacaciones.

(Aquí iba un párrafo muy feo que he decidido omitir).

Y lo único que me hace sentir algo es escuchar Astrolabios y darme cuenta de que tiene más sentido que nunca. Que desde que mi solución lumínica se fue, mi calle es gris plomo y a mi también me prometen besos sin boca, a miles y todos los días. Y sobre todo que me permito este disfraz para que no duela cuando vuelva.

Y hace daño, claro que lo hace.

Y más que hará.

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